Sin 
    olvidar Aunque tú no lo sepas, de Quique González, que también han 
    decidido incluir.
    
    Dos buenas razones acompañan a la de recordar a un músico clave en la historia 
    de la música moderna española. 
    Cris Contra el Cáncer y Cirugía 
    en Turkana, dos proyectos solidarios a los que va a ir a parar 
    lo recaudado en el concierto.
    
    A 
    partir de ahí, Los Secretos sacando brillo a los temas de Enrique. Siempre, 
    desde el principio de su carrera, sonaron muy bien, pero todavía uno se sorprende 
    descubriendo que son capaces de sonar perfectos… y eso que Ramón Arroyo se 
    las ve y desea durante parte del concierto debido a algunas dificultades técnicas. 
    Álvaro Urquijo va cediendo protagonismo a cada uno de los invitados que van 
    subiendo al escenario. Con aciertos y otros no tanto. No cuajan los que intentan 
    imitar la emotividad de Enrique y -aunque parezca una contradicción- tampoco 
    los que se lo llevan a terrenos que Urquijo seguramente no pisaría. Pero esta 
    vez la intención es lo que cuenta. 
    
    
    Los 
    artistas siguen pasando por el escenario canción tras canción. No acaba de 
    hacerse Alejo Stivel con las riendas de Sobre un vidrio mojado. Mikel 
    Erentxun mejora el registro de No me imagino que ya grabó en el disco 
    homenaje. Miguel Ríos despliega toda su naturalidad en Ojos de gata y 
    recuerda a Enrique de forma efusiva. David Summers demuestra ya conocer al 
    dedillo Ojos de perdida. Coque Malla disfruta y hace disfrutar del 
    Otra tarde. Y Manolo García se muestra algo preocupado para que no 
    falle nada en La calle del olvido sin reparar, en su modestia, que 
    las tablas que tiene hacen que la canción brille a sus anchas. Antes de que 
    cada uno le 'eche de menos hoy' a su manera, un último guiño. Álvaro invita 
    al escenario a su hermano Javier, el mayor de los tres Urquijo, como reconocimiento 
    a quien tiró de la banda en esos finales de los setenta y principios de los 
    ochenta. Tienen que cantarla, claro, Déjame. 
    
    
    Casi las nueve y media. Es hora de volver a casa. Sigue 
    lloviznando en las calles de la ciudad, pero da igual. La sensación del principio 
    ha acabado por desaparecer. ¿Que si ha merecido la pena? Cualquier homenaje 
    -grande o pequeño- que mantenga vivas y dé a conocer a nuevas generaciones 
    las canciones de Enrique será bienvenido. Él siempre se despedía en los conciertos 
    con un 'hasta siempre'. Pues eso. ¡Hasta siempre! 
    


Madrid 
    ha amanecido frío y lluvioso. Es domingo 17 de noviembre. Han pasado 20 años 
    desde que falleció y hoy es la cita con el homenaje a Enrique Urquijo en el 
    Wizink Center. Cuesta no pensar si esa climatología debe interpretarse como 
    una señal. En un periódico de tirada nacional le dedican una página entera 
    al 'mito que crece' centrada en sus últimos días. A pesar de incluir declaraciones 
    entrañables, en el texto no hay ninguna mención a la importancia de sus canciones 
    en la historia de la música de este país, como si las circunstancias de cómo 
    murió determinasen esa mitificación. Una fotografía explícita que acompaña 
    al artículo y que enfoca al portal fatídico del barrio de Malasaña no ayuda 
    por supuesto a evitar la desazón. 
    
     Están 
    a punto de dar las siete y acceder al recinto apacigua un poco las sensaciones 
    adversas. Prácticamente todas las localidades habilitadas para la ocasión 
    -unas 8.000- están ocupadas. Impresión también extrañamente agridulce cuando 
    uno piensa en los años duros en los que Los Secretos, con Enrique al frente, 
    tenían a veces que lidiar en salas medianas medio llenas, cuando los 'oficialistas' 
    de la Movida y muchos medios de comunicación les ninguneaban. "No eran 'modernos'" 
    ¡Afortunadamente! 
    
    
    Un 
    espacio, el antiguo Palacio de Deportes, quizá demasiado grande para alguien 
    a quien le gustaba el recogimiento. Un espacio que parece dispuesto a impedir 
    caldear aquello -sea lo que sea- que uno ha ido a buscar. De la primera tanda 
    de actuaciones, reseñable la algo desgarrada Siempre hay un precio 
    de Juanma, de Los Elegantes, quizá por aquello de la amistad que le unía a 
    Enrique. Y, sobre todo, Vicky Gastelo con su elegante versión de Demasiado 
    tarde, y Rebeca Jiménez llevando a una sentida ranchera el Adiós tristeza… 
    a Enrique seguro le hubiera encantado. Aquí hay que dar un salto en el tiempo 
    y hablar de lo que vendrá más tarde en otros tramos de la velada. Porque hay 
    que dejar claro el papel de las voces femeninas: se lo están llevando de calle. 
    Algo que da para pensar. El sentimiento es sentimiento venga de donde venga. 
    Así, luego Eva Amaral hará suya cada vez más el Buena chica. Y Rozalén 
    sacará voz para insuflar de energía Agárrate a mí, María.
    
    La 
    aparición de Los Secretos a eso de las ocho, acompañados por una orquesta, 
    es el punto de inflexión y logra subir la temperatura sin apenas esfuerzo. 
    Esos arreglos sinfónicos siguen demostrando hasta qué punto podían llegar 
    a dar de sí las canciones de Enrique.